Mientras planteábamos el maridaje que os traemos hoy, se nos pasaron por la cabeza muchas ideas, pero sobre todo, sensaciones. El bizcocho de yogurt es uno de los primeros dulces que aprendimos a hacer cuando éramos pequeños, y nos recordaba a las tardes de domingo cocinando con nuestros padres, a la atención y cariño que le poníamos cuando mezclábamos los ingredientes, y al aroma que desprendía el horno mientras le observábamos crecer. Por ello, era tan importante para nosotros escoger al compañero idóneo, aquel, que además de potenciar sus sabores y texturas, despertara en nosotros todos aquellos recuerdos de infancia.
Después de buscar entre los posibles candidatos, decidimos apostar por Felix Solis, una bodega que lleva mimando sus caldos desde 1952, y que a través del control de la maduración y la temperatura de fermentación elabora Los Molinos Tempranillo, un vino de color rojo rubí, amplio en boca y persistente en el tiempo.
La unión de ambos consigue destacar la ligereza del bizcocho y potenciar el pequeño dulzor del vino, que normalmente se escapa a los sentidos más distraídos. Ambos se equilibran y se complementan, hasta el punto, de tentarnos a mojar el bizcocho en el vino, cual vaso de leche y disfrutar de nuestra como lo hacíamos antaño.
Como en todos nuestros post, tenéis más información sobre el vino y el postre en las secciones respectivas de tatindevino.es. Os deseamos una bonita semana.
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