Con el verano, llega el sol, llega el calor, y en un abrir y cerrar de ojos, el mundo se envuelve de luz, de colores pajizos, de noches despejadas, de cielos estrellados. Con el verano, nos empiezan a apetecer maridajes livianos, llenos de chispa, maridajes aromáticos, juveniles, maridajes como el Colegiata Blanco con Natillas de Queso de Burgos.
Un blanco fresco, suave y carnoso, con colores, matices y aromas que recuerdan a los veranos de las tierras en las que nació. Unas natillas capaces de transportarnos a ésos interminables veranos en los que hacíamos castillos de arena junto al mar. Dos veranos que parecen disjuntos, incompatibles e imposibles de fundir, y que sin embargo, se hacen uno, para traernos a la mente los mejores momentos, y así, disfrutar de un verano que está por comenzar.
Os animamos a que os paséis por nuestras secciones, probéis a ésta pareja, y nos contéis qué verano os vino a la cabeza. Esperamos que os guste.
Aunque el verano esta por acabar os hago un guiño, yo que no soy de natillas, no se si gracias al vino, que lo recuerdo muy bueno, me encanto esta combinacion, igual que los buenos bocatas de salami rojo, que comia en valencia, alla por los 9-10 años que vivi alli una temporadilla (verano), y creia yo que era uno de los de verano azul jajaja. Me gusto la textura de las natillas y el sabor dulcecito sin ser empalagoso que el vino refrescaba y viceversa. Me gusto mas sin el toque de fresa. El dulzor de las natillas matizaba la burbuja y era como chisporroteante…(es sorprendente que recuerde esto, fue de los que mas me gusto)